Después de la panzada de hacer galletas que me pegué el año pasado con el Calendario de Adviento este año no me apetecía tanta liada, pero no quería dejar de hacerle a mi hijo sus galletas preferidas: de vainilla y de chocolate, y decoradas con glasa, como a él le gustan.
Las he tenido que guardar para que no se empache, el primer día se comió cinco seguidas... ¡menudo subidón de azúcar!
En fin, aunque no he hecho tantas como el año pasado, llegarán para ir picoteando toda la Navidad, y para repartir algunas a mis compis del trabajo, a mis sobrinos, que les encantan, y alguna más por ahí.
Me encanta cómo quedan en sus bolsitas, con sus lacitos... Es curioso lo poco que tardan en establecerse algunas tradiciones. En mi casa ya no pueden faltar en Navidad, cada una de ellas, en sí, es un pedacito de Navidad comestible. Y como siempre, la carita de mi hijo cuando las ve, compensa con creces el trabajo.
¡Feliz Navidad a todos!